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Entrevista a Marlon Brando (Ay qué grande!!!)

 

Tras veinticinco años sin hablar con la prensa, Marlon Brando invitó al periodista Lawrence Grobel de “Playboy” –autor de Conversaciones íntimas con Truman Capote– a pasar diez días con él en Tetiaroa, la isla tahitiana del intérprete. El resultado es el libro de entrevistas Brando por sí mismo (Ma Non Troppo), en el que el mítico actor opina sin escrúpulos sobre un gran repertorio de temas. Antes de su inminente lanzamiento, El Cultural publica un par de fragmentos de aquellas conversaciones.

–Con frecuencia, los críticos se inclinan por usted, o bien por Olivier, como el mejor actor vivo. ¿Cree usted que haber hecho los clásicos, supone una ventaja para Olivier, o si eso importa?

–Es una especulacion. Y especular es una pérdida de tiempo. No me importa lo que la gente piense.

Aunque a usted le importa cuando la gente dice que no siempre da el cien por cien cuando usted interpreta.

–Stella Adler, que era mi profesora, una mujer muy admirable, me contó una vez una historia sobre su padre Jacob P. Adler, un gran actor yiddish, que trajo consigo la gran tradicion teatral europea. Él había dicho que si ibas al teatro y notabas un cien por cien de inspiración, mostraras setenta. Y si ibas al teatro otra noche y notabas quizá un cincuenta por ciento, mostraras treinta. Y si ibas al teatro y notabas un treinta por ciento, te dieras la vuelta y fueras a casa. Que siempre mostraras menos de lo que tienes.

–¿Alguna vez ha hecho un papel sin más?

–Desde luego. Sí.

–¿A menudo?

–No.

–¿Como en La condesa de Hong Kong?

–No, intenté hacerlo, pero yo era un muñeco, una marioneta en esa película. No podía ser otra cosa, porque Chaplin es un hombre de gran talento, y yo no iba a discutir con él sobre lo que es divertido y lo que no. Debo decir que no empezamos muy bien. Llegué a Londres para la lectura del guión, y Chaplin nos lo leyó. Yo tenía jet lag, y en plena lectura, me puse a dormir enseguida. Eso fue horroroso. [Ríe.] A veces dormir es más importante que todo lo demás. Ese papel no era para mí. Chaplin no debería haber intentado dirigir la película; tendría que haber actuado él o dedicarse a escribir las memorias. Era un hombre malvado, Chaplin. Sádico. Le vi torturar a su hijo.

–¿De qué forma?

–Humillándole, insultándole, haciendo que se sintiera ridículo, incompetente. Él [Sidney Chaplin] interpretaba un pequeño papel en la película, y Chaplin se metía con él. Yo le dije: “¿Por qué aguantas eso?”. Le sudaban las manos. Y él contestó: “Bueno, el anciano está viejo y nervioso, no pasa nada”. No es una excusa. Chaplin me recordaba lo que Churchill dijo de los alemanes, o están a tus pies o en tu cuello.

–¿Se portaba así con usted?

–Intentó meterse conmigo. Y yo le dije. “No me hable nunca con ese tono”. Dios mío, me volvía loco de verdad. Fue un día a última hora, empezó a armar un jaleo por lo que yo había dicho. Le dije que podía coger su película y metérsela por el culo, imagen por imagen. Eso fue después de darme cuenta de que era un completo fracaso. Ese hombre no podía dirigir a nadie. Seguramente podía hacerlo cuando era joven. Pero con el talento de Chaplin, tenías que darle el beneficio de la duda. Aunque siempre debes separar lo que es un hombre con talento y su personalidad, que no tiene nada que ver. Un talento admirable, pero un monstruo como hombre. No me gusta ni pensar en ello.

–Se trataba de una película más bien para olvidar.

–Las películas son experiencias muy fluidas. En una película, al final, lo que resulta es, muy a menudo, diferente –mucho peor, mucho mejor, o completamente distinto– de lo que se pretendía cuando se empezó. Actuaciones malísimas se pueden apuntalar, proteger y hacer que parezcan torpes. Siempre se está a merced del director... y también de tus propios defectos. [...]

Mirando hacia atrás su obra, ¿hay alguna de sus películas de las que no se sienta contento en absoluto, que le gustaría borrar si pudiera?

–No.

–¿Cambiaría muchas de ellas si tuviera oportunidad de reeditarlas ahora?

–No, no me gustaría hacerlo. Por Dios Santo, uno de los lugares más horribles del mundo es la sala de montaje. Estás todo el día en un sitio oscuro repleto de humo de cigarrillos.

–¿Paramount le dio a usted cien mil dólares para que hablara con la prensa después de rodar El padrino?

–No lo recuerdo. Cuando oigo cosas así, siempre me acuerdo del congresista con la mano en la caja. Normalmente no concedo entrevistas porque quiero evitar que la gente me haga preguntas que pienso que no son importantes.

Que es lo que seguramente pensará de la próxima pregunta. ¿El hecho de ser etiquetado como “actor del Método” significa algo para usted?
–No.

–¿Le molesta?

–M-e-a-b-u-r-r-e. Me aburre.

Lo que hace un actor del método, ¿es abrirse paso hasta la misma esencia del personaje?

–Se abre paso y va más allá de las fronteras de la angustia tolerable de las entrevistas.

Bueno, esta dolorosa entrevista ya se termina.

–Oh, mire, no ha sido dolorosa en absoluto. Ha sido deliciosa. Aunque me siento como si me hubiera metido en unas rebajas por liquidación: ¿Quiere este vestido? No, esa fruslería. ¿Qué le parece ese corsé? Bueno, le podemos quitar la goma y hacernos un tirachinas. Estoy aturdido. Hemos ido de los templos de Karnak hasta las salas de William O. Douglas.

Ya que habla de templos, ¿cree usted en Dios?

–Creo que debe haber algún tipo de orden en el universo. Y mientras haya orden, debe haber algún tipo de fuerza en el universo. Para mí es difícil concebir que no es más que una casualidad o una confluencia de desorden que hace que el universo exista.

–¿Y es usted optimista sobre el futuro de la vida en este planeta?

–No puedes vivir la vida diciendo: “Bueno, esto es el final, así que mejor que saquemos el banjo y la barca, subamos a ella, y riamos y rasguemos hasta que Gabriel haga sonar la trompeta”. Sean cuales sean las circunstancias, uno tiene que seguir intentando econtrar soluciones. Incluso si parece imposible. No se ha inventado nunca un sistema que funcione: la religión no lo consigue, ni la filosofía, ni la ética, ni los sistemas económicos. Ninguno de los sistemas con referencia a los problemas humanos ha funcionado jamás. Aunque vivir una vida de desesperación, no es posible.
He escuchado los pros y los contras. He escuchado a científicos decir que no sabemos bastante, que el ciclo de la vida en la Tierra tiene un equilibrio tan delicado que, si todavía no lo hemos mandado al garete, desde luego, trascenderemos nuestras naturalezas, que parecen imparables e inmutables. Otros dicen que va a venir un gran día. Buckminster Fuller es un hombre esperanzado, cree decididamente en el nirvana del futuro cercano. Herman Kahn nos ha contado lo maravilloso que es el mundo que tendremos y la naturaleza de las luchas para llegar a ello. ¿Quién sabe?

–¿Quiere decir que no tiene una solución?

–No tengo una solución para la muerte.

–¿Y qué me dice de envejecer? ¿Cómo ha envejecido usted?

–Bastante bien. Cuanto más viejo, me he sentido más feliz. Más contento.

–¿Le tiene miedo a la muerte? ¿Piensa en ella?

–“De todas las maravillas que he oído, me parece la más extraña que los hombres deban temer; al ver que la muerte, un final necesario, vendrá cuando vendrá”. Otro maravilloso discurso sobre la muerte.

–¿Recuerda más de Shakespeare que de cualquier otro autor?

–Recordarlo merece la pena: “Por el amor de Dios, vamos a sentarnos en el suelo / Y a contar historias tristes de la muerte de los reyes”. No recuerdo lo que sigue [Piensa.] “Donde rodean los templos mortales de un rey / Mantiene la Muerte su corte, y allí se sienta el bufón, / que se burla de su estado, y se ríe de su pompa... Y con un pequeño alfiler / Atraviesa por el muro del castillo, y ¡adiós rey!”.

Lawrence GROBEL

 

2 comentarios

CHAZO -

SIN DUDA UNA DE LAS MEJORES ENTREVISTAS DE LOS ULTIMOS TIEMPOS.GRANDE BRANDO.

Alberto -

Canto tempo terá que pasar para que haxa outro Brando....
moi boa a entrevista...deberías ler a da revista Rolling Stones esa tamén é moi boa, creo que é dos 60 ou por ahí.
Un bico wapa rapariga!!